martes, 24 de noviembre de 2009

Esta es la historia de un sábado

de no importa que mes,

y de un hombre sentado al piano

de no importa que viejo café.


Toma el vaso y le tiemblan las manos,

apestando entre humo y sudor,

y se agarra a su tabla de naufrago

volviendo a su eterna canción.


Toca otra vez, viejo perdedor,

haces que me sienta bien,

es tan triste la noche que tu canción

sabe a derrota y a miel.


Cada vez que el espejo en la pared

le devuelve más joven la piel,

se le encienden los ojos y su niñez

viene a tocar junto a él.


Pero siempre hay borrachos con babas,

que le recuerdan quien fue,

el más joven maestro al piano

vencido por una mujer.


Ella siempre temió echar raíces,

que pudieran sus alas cortar

y en la jaula metida,

la vida se le iba

y quiso sus fuerzas probar.


No lamenta que de malos pasos,

aunque nunca desea su mal

, pero a ratos, con furia,

golpea el piano

y algunos que le han visto llorar.


El micrófono huele a cerveza

y el calor se podría cortar,

solitarios oscuros, buscando pareja apurándose un sábado más.


Hay un hombre aferrado a un piano

la emoción empapada en alcohol,

y una voz que le dice:

"pareces cansado, y aun, no salido ni el sol".




Roof's Violinist

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